Chopin.

11 abril 2014

No existe el tiempo de silencios breves sólo el vértigo del jadeo sufriendo lo indecible, en el simultáneo juego de mirarse sin los ojos, de buscarse sin tocarse, de pensarse por el aire para olerse. No existe el tiempo en el palpitar de nuestros cuerpos dementes, atornillados, demoliendo en cada embestida  un gran hervidero de alas hasta el núcleo del roce. Diseccionando con exactitud cada gesto para enfrentarnos cara a cara con la atracción de esta dulce y obscura pasión, confesándonos los pensamientos más impuros más allá de la articulación insinuante de las bocas que arden de sequedad por gemir, sentir y no poder decir sufrir por sentir cuando la mente traiciona y se pierde  ante la sierpe provocadora y yo, sin poder reaccionar  inmóvil, perdida, tan sólo suspiro, y tu te detienes a sostener el aliento en el precipicio de mi boca mientras me sientes morir bellamente en tus oídos, pero agitada y tan viva ante tus ojos.



Los de arriba del muro

Sin lugar a dudas, “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri, es una obra literaria que debe ser releída una y otra vez a lo largo de nuest...