16 marzo 2014
Sus ojos los míos miraron y sus dedos hundieron mi piel; después nuestros labios temblaron y el beso nos supo a miel. Enlazadas las bocas callaron, el dudoso enfado se tornó al revés, cuerpos que sin temor se acercaron a la orilla tibia que nos da el placer. Fuego de tacto que derrite hielo cuando el amor se hace fiero no hay piel que se resista fría. No hay despecho, bendecido celo que calma, mostrándome tendida, pasión que descubre todo velo, estocada firme que a la ira la derriba.
Los de arriba del muro
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