30 marzo 2014
Cerré los ojos, sin saber que ya te soñaba despierta desde el instante en que alguna suave brisa me trajo sonidos que me hablaron de tu encanto, en ese acariciador susurro que florece de tu boca. Lo imaginé antes más de una vez viajando por tus sensaciones, pero la imaginación fue mezquina con lo real porque el gemido que roza y envuelve desde tus palabras eriza mi piel y cruza de extremo a extremo mis sentidos. Es tu aroma que se mezcla con los guiños de tu sonrisa creando la cercanía con tu magia cuando la sutileza se expande y el silencio se embriaga con la perfección que emana de tus labios. Y por medio de ellos me llevas a lugares donde el musitar de tu voz se respira como el aire, he sentido la melodía de tu alma y con ella me has tocado. Cerré los ojos y te soñé, soñé con lo que me gustaba tan cerca como te sentí, muy cerca de mi.
Los de arriba del muro
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