Chopin.

24 marzo 2014

Atravesaste el ocaso del día para  llegar muy lejos, tendiendo un improvisado puente al pronunciar un te quiero, cuyo sonido parecía precipitado al tiempo, pero llegó como regalo envuelto de un sentimiento sincero. Humedeciste un beso que desnudo nació de tu boca depositándolo entre la marea de mis versos y mis labios fabricaron otros infinitos de dulce aliento para disipar la niebla que pudiera opacar la sonrisa. Me trajiste la visión de una abrasadora noche bajo las estrellas y en ti busqué la inspiración que despliega las alas de la imaginación, como caricias nuevas trazadas en lugar de las palabras, seduciendo en armonía al impregnarse de aquello que al querer puede ser cierto. Le preguntaste mi nombre al viento que acariciaba tu momento y descubriste el sabor de mi boca entre el ardor de tus secretos, así te dormiste,  abrazado al aire, refugio de la noche que nos espera.

Los de arriba del muro

Sin lugar a dudas, “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri, es una obra literaria que debe ser releída una y otra vez a lo largo de nuest...