A media luz, nuestros cuerpos con su vaiven de caderas bailan al mismo compás, el fuego está en nuestra piel, nuestros cuerpos están hambrientos, saciamos el deseo. Muerdo mi almohada para evitar que se escuchen mis gemidos llenos de pasión y entrega, parecemos dos fieras salvajes devorándonos en la noche, en las sombras se dibujan nuestras poses y la luna palidece de mirar nuestro desenfreno. En las paredes retumban nuestros quejidos de esta entrega total, el deseo nos transforma, entre sábanas no existe ni verguenza, ni pudor sólo deseo y es él quien manda.
Los de arriba del muro
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